El Cuento de la criada

Margaret Atwood

Por Herman Aguirre Jofré
Diciembre 2019

Hace poco más de un año llegué a vivir a Londres por mis estudios. Mi sueño era inmiscuirme y navegar en esta ciudad de insaciable hambre de historia. Sabía que esta pequeña pero importante isla había sido escenario de hechos esenciales para la vida moderna que conocemos hoy. Eric Hobsbawm, historiador británico del siglo XX, puso por primera vez en mí este territorio, describiéndolo como el epicentro de la erupción revolucionaria de la industrialización (La era de la revolución 1789-1848).

¿Cómo entender la cultura de un país al que uno llega en la condición de inmigrante? Hice una reflexión inversa y pensé: ¿Cómo alguien que llegara a Chile podría entender los temas que flotan en el aire, pero que al mismo tiempo son potentes e invisibles? ¿Cómo enterarse de las historias que todos sabemos pero que no decimos, las costumbres obvias pero inasibles, las tristezas de todos pero de nadie, las alegrías sociales pero íntimas?

Llegué a la conclusión que muchas de nuestras reflexiones sociales se encuentran en los suplementos de los diarios o en las revistas que uno recibe gratis en instituciones que fomentan la cultura. Publicaciones de circulación masiva que recogen impresiones de gente describiendo la sociedad desde sus ópticas y que intentan reflexionar sobre hechos importantes, de una manera más profunda a lo usualmente hecho por una noticia periodística, pero al mismo tiempo mucho menos penetrante que una elaborada novela/libro/crónica sobre los sucesos que moldean a un país.

Pues bien, tomando mi propia experiencia de adquisición de conocimiento sobre el acervo cultural oculto de mi país, comencé a leer esas entrevistas de las revistas del sábado de los diarios más famosos del Reino Unido.

Fue así como en esos primeros meses de invierno del año 2018 comencé a ver reiteradamente el rostro de una mujer alabada por la crítica pero una completa desconocida para mí: Margaret Atwood. Había un fervor indescriptible hacia ella, todas las semanas, en todas las librerías, en el teatro, los semanarios y en el metro. Que lástima me dije, no la había escuchado a pesar de mi gusto por la pluma femenina.

Margaret estaba ad portas de publicar Los Testamento, la secuela de su primer libro llamado El cuento de la criada.

Personalmente necesitaba entender el terreno que pisaba, quería saber que se escondía en las mentes lectoras de los isleños británicos, qué tipo de lecturas les robaban los sueños.

Las columnas de opinión dedicadas a Margaret y sus libros hacían mucho hincapié en el hecho de que era una pieza literaria a la altura del 1984 de Orwell, pero que jamás recibió el reconocimiento que merecía. Hasta ahora.

No había escapatoria, tenía que leer la primera parte de esta novela prometedora.

Este libro escrito por la canadiense en el año 1985, trata sobre nuevo orden mundial. Es un régimen teocrático, fanático y totalitario emergido posterior al desplome de las tasas de natalidad en una sociedad que “supuestamente” no supo controlar sus “libertades”.

¿Qué tan vasta puede ser la mente humana!? Reiteradamente me preguntaba en la medida en que sus páginas se deslizaban entre mis dedos. ¿Qué tan expansivo y moldeable puede ser el espacio que es capaz de proyectar nuestra conciencia!? ¿Es posible dejar la vida terrenal para solo vivir en el sitio que nuestra mente puede otorgar!? Interrogantes que se sucedían al entender que el libro transcurre en la mente de una criada, una mujer que no tiene derecho a hablar, escribir y leer.

La sociedad descrita en este monumental libro está clasificada y las criadas pertenecen a aquella clase que solo sirve para ser violada ritualmente, con el objetivo de dejarlas embarazadas. La otra clase es la de los líderes políticos (comandantes), quienes controlan las emociones de cada ser existente dentro del régimen y que se adueñan de los hijos de las criadas. Si alguien comete el crimen de pensar por sí mismo, será colgado en el el muro, a la vista de los transeúntes.

Cuidado con los los ojos,… están entrenados para detectar cualquier síntoma de rebelión.

Quisiera contar cada detalle del libro, pero no me atrevo, son desgarradores. Las imágenes descritas por la criada principal son de una riqueza tal, que permiten proyectar nuestra propia sociedad actual dentro del lienzo que ella retrata. La dominación diaria que ella vive no está muy alejada de una realidad en la que viven millones de personas en una cantidad importante de países. La sensación es tan amedrentadora que induce al pánico: ¿Es posible que lleguemos a tal nivel de dominación?

Quizás ya estamos dentro de una maquinaria y que por el simple hecho de no ver directamente la masacre, la muerte sistematizada o la persecución, creemos que estamos a salvo de aquellos regímenes. En Chile, esa realidad ni siquiera reside solo en los libros, sino que emerge en la calle todos los días (verano del 2019).

La maquinaria represora y de vigilancia ha sido tan astuta, que nos ha hecho creer que vivimos en un mundo de libertades cuando los hechos demuestran que las guerras y dictaduras están más presentes que nunca. Los nunca más, fueron solo palabras y la barbarie del pasado promete ser sofisticadamente más cruenta en el futuro.

Hay mucho interés por leer la realidad en noveles tan bien narradas como las de Margaret Atwood. Los lectores no solo demandan cuentos de flores y romances celestinos. Existe un una gran interés por refrescar la memoria con historias sangrientas, dictaduras y guerras para que los nunca más sean una realidad y no una buena intención vacía.