Explicar el Mundo

El Descubrimiento de la Ciencia Moderna

Por Herman Aguirre Jofré
Marzo 2018

¿Qué te gustaría hacer cuando grande? Fue una pregunta recurrente en mi infancia. Profesores, amigos, primos y padres por mencionar algunos, solían asediarme con esa interrogante. Mi respuesta era pretenciosa y anhelada: Quería “saber todo”.

Poco demoré en percatarme que la respuesta era un acto idílico, imposible e incluso irresponsable. Intenté sacar una cuenta infantil de cuantos libros en el mundo se habían escrito y lo comparé con cuantos podía leer una persona en el transcurso de su vida. Sólo considerando mi velocidad de lectura, la meta era por lo bajo,… inalcanzable.

Se sumó a esto un dato lapidario que encontré en una revista de historia cuando tenía 14 años. Una persona que viviera en Alejandría durante los primeros siglos de la era cristiana no tendría el tiempo suficiente para leer lo hasta allí escrito y recopilado en la biblioteca de aquel estado-nación. Un duro golpe para mi adolescencia soñadora.

Desde allí en adelante celosamente he ido seleccionando mis lecturas con un objetivo más humilde y honesto: ser consciente de mi profunda ignorancia y combatirla todos los días de mi vida.

Fue así como en este largo caminar la veleidosa vida me presentó este libro titulado “Explicar el Mundo”. Se asemejaba coquetamente a mi ambiciosa conjetura juvenil. “Explicar” no es lo mismo que “saber”, pero era predecible la similitud de la intención.

Lo compré y revisé su contenido: Ciencia. Nada nuevo bajo el sol. Generalmente todos aquellos que buscan “explicar el mundo” son científicos tratando de relatar los episodios de otros científicos sobre hechos científicos. Debo confesar que incluso experimenté una sensación de “aburrimiento”.




Aristóteles se equivocó en todo

Al poco andar supuse que la pluma de Steven era insolente. Directamente escribe que Platón se equivocó, no fue constante y al parecer bastante flojo. ¿Sobre Aristóteles!? erró en todas las observaciones, redujo la astronomía y las matemáticas a una categoría por debajo de la física-filosofía y el mundo fue consumido por sus palabras a medida que las épocas transformaban sus dichos en dogmas.

Qué pedazo de soberbia, me dije. Nefasto. Insolente, demasiado insolente. Cerré el libro un par de semanas pensando en que lo relegaría al olvido.

Pero algo me mantenía conectado. Cada día un desasosiego volvía y pensaba en el por qué de sus manifestaciones.

Primera vez que alguien criticaba tan dura y abiertamente la época clásica, pensé. ¿Qué era lo que estaba experimentando? ¿Sentía rabia porque alguien tocaba a los intocables de la historia!? ¿O era miedo a derrumbar mis propios credos inconscientes sobre los héroes de la filosofía?

Me di la oportunidad de saber lo que el tipo pensaba, ataqué sin tregua sus hojas y terminé devorando el libro en días.




El gran fuego central

Hay variados pensadores que son el basamento del pensamiento científico. Si bien no empleaban las mismas técnicas de la ciencia moderna ni fueron tan estrictos como debieron serlo, es necesario comprender qué dijeron estos personajes cuando las únicas herramientas a disposición eran la observación, una geometría rudimentaria y una matemática en ciernes.

Es así como los Pitagóricos pueden ser catalogados como los ancestros por antonomasia. Querámoslo o no, fueron los primeros en acertar con un modelo que explicaba la configuración real que hoy poseemos del Universo. Estos iniciados plantearon la teoría del fuego central en donde los planetas, las estrellas e incluso el mismo sol giraban en torno a él. No hay argumentos empíricos, pero la cercanía a lo que realmente acontece es abrumadora.

Filolao
Modelo planteado por Filolao

Tan desperdigada estaban estas nociones que Aristarco de Samos (mi héroe desde hoy en adelante) planteó un modelo influenciado por Filolao, en el que ubicaba al sol en el centro y los planteas, incluida la tierra, girando entorno a él. Aristarco se autodenominaba astrónomo y basó sus pensamientos en las observaciones que realizaba en las oscuras noches de aquellos tiempos.

Este tremendo personaje de la historia, no reconocido como debiese, es el primero en usar las matemáticas para extraer conclusiones de la naturaleza, midiendo las distancias aparentes del sol y la luna a partir de los diámetros de estos.


Aristarco
Aristarco de Samos

Pero en esta prematura liga de la justicia no solo fue relevante el nacido en la isla de Samos. Podemos reconocer a Heráclides Póntico como el primero en hablar de la rotación de la tierra, a Euclides por desarrollar y fortalecer las matemáticas para la observación natural, a Hiparco como el primero en tener un catálogo detallado sobre las estrellas y a Eratóstenes como el primero en medir el diámetro de la tierra a partir de un gnomo.

Teniendo consciencia de lo recién expuesto solo cabe preguntarme: ¿En qué parte del camino nos perdimos?




Explicando el mundo

Perplejo quedé al darme cuenta que la visión que dividía a la época antigua no era religión, si no que una disputa interna de la ciencia con dos bandos claros: Ptolomeo y Aristóteles, donde la religión tomó camiseta aristotélica con el paso de los años.

No logro dimensionar los arraigos o las creencias que la humanidad persiste en poseer durante siglos ya que si bien las mediciones de Ptolomeo (quien a pesar de su destreza sucumbe también a la idea éticamente correcta que la tierra tenía que ser el centro del universo) cuadraban mucho mejor con las observaciones hasta allí conseguidas, su trabajo fue reducido a una visión secundaria por debajo del postulado aristotélico que no acertaba en nada respecto a lo que se divisaba en el cielo, pero que estéticamente se correlacionaba con “la verdad” que dominaba la época

Ptolomeo era tratado de “matemático-astrónomo”, lo que representaba una condición peyorativa en comparación a la filosofía ética que respaldaba a Aristóteles.

Su magnífica obra quedó escrita en el famoso libro titulado Almagesto, el cual mi profunda ignorancia desconocía por completo y que tengo la impresión que llegó a ser más importante que la Biblia en algún momento de la historia.

Aristóteles, por decirlo en simple, representaba la verdad revelada. Su planteamiento era “limpio y pulcro”. Según él, las cosas lanzadas al cielo caen a la tierra redonda, figura que “debía” poseer ésta por su perfección. Todo lo que cae, cae al centro de “algo”… y como ese algo es la tierra, pues la tierra es el centro del universo.


Cassini
Modelo planetario con la tierra como centro


Para el caso del Macedonio, quien era por ese entonces director del Liceo, su obra quedó inmortalizada en su escrito “Sobre el Cielo”. En este tratado se exponen las bases de su cosmología



Desde la visión Alejandrina

Si bien Ptolomeo sucumbió a la influencia, su espíritu es loable ya que buscó explicar lo que sus ojos captaban. Comprenderemos que si ponemos a la tierra como centro y forzamos la realidad a ese modelo, las figuras recorridas por los astros son circuitos inextricables e indescriptibles.

Durante todas las oscuras madrugadas de la época antigua, los planetas solían barrer la misma trayectoria. Pero en determinados días, ciertas estrellas díscolas hacían el recorrido en sentido contrario. ¿Cómo explicar algo que escapaba completamente al sentido común?

Ptolomeo requirió una serie de “ajustes” que explicaran las posiciones aparentes de los planetas. Estos “ajustes finos” como suelen ser llamados por los científicos, se denominaron epiciclos y deferentes


Epiciclos
Modelo con epiciclos y deferentes


De allí en más, cada nuevo “científico” se esmeró en agregar epiciclos y deferentes para acercarse a lo que la esfera celeste mostraba cada noche.

Los años pasaban y las diversas posiciones que surgían fueron encarando antagonismo. Por ejemplo, era obvio que los escritos de Aristóteles eran adaptables de mejor manera a las Sagradas Escrituras, por tanto la iglesia se esmeró en hacerlo triunfar para no desacreditar su fe y reprimir lo que muchos estaban descubriendo en diversas partes del mundo.

Había algo en ambas posiciones que no terminaba de satisfacer lo que se intuía.




Pavimentando el camino

La historia de la humanidad avanzaba a paso firme y al contrario de lo que siempre pensé, el mundo no fue tan oscuro en la edad media.

Los árabes tomaron la posta y profundizaron el conocimiento que más tarde cristalizarían los padres de la ciencia actual. En su época dorada, los árabes crearon la Bayt al-Hikma o Casa de la Sabiduría ubicada en Bagdad, donde estudiaron hombres como Al-Juarismi, quien crea acertadas tablas astronómicas (de él proviene la palabra algoritmo), Al-Sufi y su contribución sobre “una pequeña nube” siempre presente en la constelación de Andrómeda, Al-Biruni quien recalculó el diámetro de la tierra con una precisión sin igual, Omar Jayam y el planteamiento de un nuevo calendario, Al-Tusi, Al Battani, Al-Bitruji e Ibn Rushed. Todos ellos fueron citados por sus futuros colegas occidentales en las edades venideras.

De este caldo de cultivo histórico y terminada la edad media, emerge la figura de un tal Nicolàs Copernico, que con su libro Revolutionibus Obium Celestium cambia las reglas del juego para siempre. Interesante es descubrir que Copérnico hace referencia directa a los árabes antes mencionados.


Copernico
Modelo de Copérnico


Si bien la idea propuesta por Nicolàs tampoco encajó, si desechó los millones de ajustes finos que fueron introducidos para mantener la farsa que ya se olfateaba posterior a los pitagóricos y al gigante Aristarco. Copérnico es quien pone el carro nuevamente en la dirección correcta y establece las bases esenciales para el desarrollo del conocimiento.

La humanidad tuvo que esperar incluso 100 años más para que llegara Kepler y planteara la posibilidad (sacrílega a vista de aristotélicos) de que las órbitas que recorrían los planetas eran elípticas y no circulares como la perfección ética que regia la sociedad dictaba.

Galileo por los palos ya venía envalentonado y la polvareda que levantó fue demasiada batahola para mantener una Iglesia Católica desbordada por todos los flancos. En la desesperación y aun con la potestad del poder apagó el incendió con bencina acallando las ideas que fluían como agua por las calles de Europa.

Galileo se estaba alejando peligrosamente del predio impuesto. ¿Cuál era dicho peligro? El modelo heliocéntrico que cada iteración confluía hacia la realidad y no tenia correspondencia con la doctrina imperante. En esta oportunidad y con el contexto que se vivía, quemar en la hoguera a Galileo no serviría ya que su reputación era elevada. Por el contrario, había que pedir que se retractara públicamente. Éste, pragmático y más vivaracho,... asumió para salvar el pellejo.

Luego de dictada la sentencia, murmuró unas palabras secretas y posteriormente siguió investigando hasta el final de sus días.




Los avances definitivos

¿Cuándo nuestra especie da un salto definitivo? Hasta allí sigo sintiendo que me falta alguien en el puzzle. Pido nuevamente perdón por mi ignorancia y por no haber dado plaza en mis lecturas a quien sin duda alguna dividió lo humano de lo divino y es crucial en la historia de la humanidad: Isaac Newton.

Newton fue la escisión definitiva, el salto desde lo celeste-impoluto a la ciencia moderna-humana.

Sin decirlo, Steven Wienberg, declara en cada palabra del mamotreto su admiración por Isaac. No lo reconoce, su ego gigante se lo impide.

Newton si bien disgrega lo religioso de la observación comprobable… estudia inviolablemente adicto ambas “ciencias”. Por un lado redacta la obra cumbre del saber titulada Principios matemáticos de la Filosofía Natural pero por otro lado, demuestra su pasión por la alquimia y el esoterismo en miles de hojas escritas y celosamente guardadas.

Es necesario decir que Principios Matemáticos es el prisma que refractó la luz del conocimiento y permitió, a nosotros los mortales, ver la tonalidades del saber. Esta obra reúne los descubrimientos en mecánica y cálculo que el joven Isaac había llevado a cabo y es considerada la obra científica más importante de la historia.

Como dato curioso se puede mencionar que el ejemplar recorrió el mundo gracias al trabajo silencioso de la maravillosa Émielie du Chátelet que traduce el texto al francés, cuando las mujeres no tenían permitido el espacio en la sociedad.

La genialidad de Newton es tan descomunal que tuvo que desarrollar su propia matemática o lo que hoy conocemos como el cálculo infinitesimal para terminar de explicar lo que su comprensión elevada captó.


Newton
Refracción de la luz


Palabras finales

A veces quiero dar gracias a la vida por tener estos momentos de lucidez mental y entender un poquito más el devenir que nos trajo hasta aquí. El mundo ha luchado durante milenios sus diversas posiciones. Algunas han errado irrefutablemente y otras han acertado impresionantemente. La vida tiene esa magia del ser y no ser, del avanzar y el retroceder.

La pregunta que se hace Steven Wienberg es dramática y llama a pensar: ¿ Qué hubiese sucedido si el dogma (religioso o no) no hubiese subyugado a la ciencia durante siglos? ¿Qué hubiese sucedido si Aristarco hubiese impuesto su modelo 1.500 años antes que Copérnico?

Este libro, sumado a otros que fui usando en la medida que avanzaba, me han dado un momento maravilloso en mi vida, una instancia de sosiego intelectual que he buscado desde mi infancia y que me empuja a seguir leyendo de por vida.

Para terminar este trabajo de entendimiento, no quiero dejar pasar algo que es importante de comentar. Quisiera en esta modesta columna literaria, agradecer a quien fuera un motivador de mis estudios en mi niñez en el colegio; Profesor Luis Echeverría Bustos. Sin usted no hubiese desarrollado jamás cariño por la ciencia. Mi sempiterno abrazo fraterno para usted.