A pocos días del termino del año 2019, decidí comprar por primera vez la edición especial de la revista The Economist, dedicada a predecir, mediante columnistas de renombre, los avatares a enfrentar en el año 2020.
Avanzando delicadamente por sus páginas, encontré un escrito titulado “miradas del mundo que viene”, escrito por Tom Standage. Dentro del texto, tropecé con un dato curioso que no podía soslayar más; este año es el centenario del nacimiento de Isaac Azimov ( 2 de enero 1920 Rusia - 6 de abril de 1992 New York )
Es el momento - me dije.
Decidí que mi primer libro del año sería “Yo, Robot”, escrito en el año 1950 por la leyenda de la ciencia ficción. Isaac, máquina de la escritura (literalmente máquina ya que escribió más de 500 cuentos a lo largo de su vida), presentó al mundo un nuevo universo de ciencia ficción, con sus propias leyes, identidades, profesiones y por sobre todo… un universo con sus propios dilemas.
Isaac Azimov vino a refrescar lo maravillosamente logrado por el británico H.G. Wells y sus famosos libros “La Máquina del Tiempo” (1895), “El Hombre Invisible” (1897) y “La Guerra de los Mundos” (1898). El mundo añoraba el arribo de una nueva pluma, una decidida a dibujar el futuro aun más lejano.
Es necesario declarar, a modo de confesión personal, que tenía a “Yo, robot” entre mis libros tentativos durante años, sembrando sobre él un prejuicio cada vez más duro de sortear a medida que me envejecía.
¿Cómo podía un libro de ciencia ficción del año 50 sorprender a alguien de hoy, luego de tantos adelantos tecnológicos, tantas películas increíbles, tantas historias sobre historias? - Me lo pregunté muchas veces.
Mi conclusión luego de cerrar la última hoja: Nadie aun se logra acercar siquiera a la genialidad azimoviana. El libro “Yo, robot” prácticamente ha replanteado todos mis paradigmas.
LAS TRES LEYES ROBÓTICAS
1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no esté en conflicto con la Primera o Segunda Leyes.
Manual de Robótica
“Yo, Robot” es la historia de robots y sus vidas. Manufacturados en un futuro poco claro, estos robots con “cerebros positrónicos” han desarrollado la facultad de pensar, escuchar,… sentir.
Una historia, al igual que el desarrollo de la inteligencia, tiene que tener un sentido de dirección, de temporalidad. En este caso, la robopsicóloga Susan Calvin, es quien hilvana los sucesos por medio de una entrevista periodística en la vejez de su vida y recuerda “los mejores” casos vividos. Es ella una de las investigadoras más destacadas en la U.S. Robot, empresa encargada de dar vida a estos entes.
La primera historia es el enganche perfecto. ¿Quizás fue Asimov quien crea la técnica de usar una historia, inconexa pero muy impactante emocionalmente al comienzo de toda obra de ciencia ficción?
Esta historia ilustra la niñez de Gloria con su niñera-robot Robbie. La narrativa es tan delicada, suave y normal que pareciera que esa situación, hasta ahora irreal, fuera natural. El drama comienza cuando Gloria y el robot son separados (decisión de a madre de Gloria), ya que la escéptica sociedad exige la ilegalidad de aquellas máquinas perversas. La pequeñas jamás olvida su cariño por Robbie. Ambos se reencontrarán en una escena posterior, donde el robot salva a la chica de la muerte.
A medida que las páginas avanzan, el relato se robustece con los casos protagonizados por Gregory Powell y Michael Denovan, expertos en control y gestión de robots. Son ellos los que dan “carne al libro”, haciendo de él un viaje emocionante y controvertido. Estos dos amigos están a cargo de vigilar y controlar robots, los que han sido definitivamente prohibidos en la tierra, pero que se emplean actualmente para realizar extracción de minerales en planetas cercanos. Los dos científicos constantemente prueban y comprueban las 3 leyes de la robótica, desafiando al lector a usar la lógica en cada uno de los diálogos. Ojo, no olviden que al momento de ser escrito este libro, el hombre ni siquiera había salido de la atmósfera, ni mucho menos había alcanzado la luna.
Los robots comienzan a discernir. Esto lleva a un grupo de robots a creer en un dios supremo, planteando serias interrogantes sobre qué es lo que realmente podría llegar a pensar un robot si realmente lo hicieran.
Cada vez más inteligentes, estos comienzan a camuflarse, desobedecer ordenes, tomar decisiones. El lector se llena de sensaciones sobre una sociedad que aun en el 2020 no sucede, pero que sentimos que se aproxima.
¿Y si todo esto sucediera? - me preguntaba al girar cada página del libro.
Es la doctora Susan Calvin, la mejor experta en psicología de robots (profesión que tal vez exista en el futuro) quien salva cada situación. Es ella quien conoce mejor que nadie a estos seres dotados de humanidad y ayuda los directores de la U.S. Robots, a Powell y Denovan a buscar soluciones a problemas, que de no ser abordados provocarían impactos planetarios. (Curioso para la época que sea un mujer-científica la protagonista del libro,… me hace amarlo aun más)
La historia final es increíble. ¿Puede un robot llegar a gobernarnos? Dejo simplemente planteada la pregunta esencial. Contar la historia sería un crimen.
Este libro es maravilloso, único. Permite a cada lector delinear cuestionamientos muy sofisticados y demandantes. Probablemente muchas de estas interrogantes se esgrimirán por primera vez, lo que hace que nuestro cerebro se emocione y atesore para siempre en sus recuerdos las páginas de “Yo, robot” de don Isaac Azimov.